Convulsiones, actuación en el paciente pediátrico.

Hoy vamos a hablar de un tema que os preocupa mucho a los padres y cuidadores, y para no mentir tampoco es plato de buen gusto para los pediatras. Cuando un niño convulsiona se vive siempre con mucha tensión, aunque los médicos sepamos que en la mayoría de los casos va a ceder sola en cuestión de minutos y sin dejar secuelas.

Quiero dedicar primero unas líneas a aclarar un par de conceptos: no todos los pacientes que convulsionan son epilépticos. Una crisis convulsiva es cualquier tipo de crisis (generalizada o parcial) con contracción muscular o movimientos anómalos. La epilepsia es una enfermedad crónica que se diagnostica cuando un paciente tiene crisis convulsivas repetidas. Dicho esto, el tratamiento de las crisis en un primer momento será el mismo tanto si el paciente es epiléptico conocido como si tiene una crisis por primera vez en su vida.

Hay una entidad que comentaré brevemente aparte por su elevada frecuencia en pediatría: la convulsión febril. Los niños tienen un sistema nervioso central todavía inmaduro, y la fiebre es un estímulo irritante que en algunos casos puede desencadenar una descarga eléctrica neuronal (una convulsión). Lo que se relaciona más con el riesgo de convulsión no es a cuánto suba la temperatura, sino cómo de rápido suba. Tiene más riesgo subir de 37ºC a 38ºC de forma muy rápida que subir de 39ºC a 40ºC lentamente. No está demostrado que administrar antitérmicos de forma precoz prevenga la convulsión, ni tampoco meter al niño en la bañera o ponerle paños fríos.

Las convulsiones febriles típicas ceden solas en 1-2 minutos, no dejan secuelas, no necesitan medicación para tratarse y tampoco requieren que se haga pruebas al niño si se recupera por completo. Los niños que han tenido una convulsión febril tienen más probabilidad de tener otras en el futuro, pero serán igualmente banales y con la edad desaparecerán (normalmente a partir de los 6 años). 

¿Qué hacemos ante una convulsión? 


Las convulsiones pueden ser focales (por ejemplo, movimientos solo de un brazo) o generalizadas, con pérdida de conciencia y sacudidas de todo el cuerpo. Nos centraremos en la actuación frente a estas últimas.

Hay mucha sabiduría popular al respecto, y desgraciadamente casi todo lo que la gente cree que hay que hacer cuando un paciente convulsiona no está recomendado

  1. No trataremos de sujetar al paciente, si tiene contracciones musculares fuertes involuntarias corremos el riesgo de romperle o dislocarle un hueso.
  2. No introduciremos nada en la boca. Nadie se "traga la lengua", como mucho se la pueden morder, y aún así son peores las lesiones que ocasionaremos nosotros tratando de abrirle los dientes a la fuerza. Intentar meterle un palo o el famoso bolígrafo solo incrementa el riesgo de aspiración, atragantamientos y asfixia (por no hablar del riesgo que corren nuestros dedos...).
  3. Apartaremos los obstáculos que tenga alrededor y contra los que pueda golpearse. Colocaremos algo blando debajo de la cabeza.
  4. Esperaremos a que la convulsión se resuelva por sí misma. Si dura más de 3-5 minutos, llamaremos a emergencias (112).
  5. ¿Y hasta que llegue el médico, si el niño sigue convulsionando, qué hacemos? NADA. Si ya habéis seguido los pasos previos, no podéis hacer nada más hasta que llegue la ambulancia. Sé que la situación es muy angustiosa, pero ninguna otra actuación ha demostrado mejorar el pronóstico ni evitar complicaciones.
  6. Cuando ceda la convulsión, colocaremos al paciente acostado de lado en posición de seguridad para que no aspire si tiene un vómito. Lo dejaremos así tumbado vigilando que respire con normalidad hasta que lleguen los sanitarios o mientras lo trasladamos en coche a un centro médico. 
Posición lateral de seguridad. Fuente: Wikipedia


Lo habitual tras una convulsión es que el paciente se quede dormido durante un rato, es el proceso de recuperación normal. Pensad que una crisis convulsiva es una descarga neuronal generalizada, como si hiciéramos un esfuerzo físico muy intenso. No os asustéis si después el niño se queda somnoliento un tiempo.

Cuando lleguéis al centro de salud u hospital, los médicos os preguntaremos una serie de  características que nos ayudan a orientar el tipo de crisis y su posible causa. Nos es de mucha ayuda que intentéis fijaros en los detalles mientras el niño está convulsionando. Sé que en esos momentos a uno le entra el pánico y es difícil pensar con claridad, pero ahora que sabéis que las crisis no suelen ser graves ni dar ninguna repercusión debéis intentar mantener la calma. 

Datos que os preguntaremos en el servicio de urgencias:
  • ¿El niño estaba consciente? ¿Respondía cuando le hablábais?
  • ¿Cómo tenía los ojos? Abiertos, cerrados, vueltos hacia arriba (en blanco)...
  • ¿Se le han puesto los labios azules o morados?
  • ¿Tenía la mandíbula apretada?
  • ¿Tenía mucha saliva en la boca?
  • ¿Se le ha escapado alguna orina o deposición mientras convulsionaba?
  • ¿Tenía fiebre antes o después de la convulsión? ¿Había tenido fiebre los días previos?
  • ¿Cuánto tiempo ha durado la convulsión? Y después, ¿cuánto tiempo ha estado dormido?
  • ¿Al despertarse después estaba completamente normal?

Las convulsiones son una de las patologías que más asusta presenciar, pero creedme si como pediatra os digo que hay cosas mucho peores. Lo más frecuente es que el niño pueda seguir con su vida normal aunque tenga convulsiones febriles, o incluso aunque sea epiléptico (con la medicación que le corresponde si la llega a necesitar). No suelen dejar secuelas y es importante que como padres mantengáis la cabeza lo más fría posible. Si tenéis que llevar al niño que ha convulsionado hasta el centro de salud u hospital, conducid con sensatez. Esto puede parecer una tontería, pero no sería el primer caso de niño que convulsiona, se recupera perfectamente y luego tiene un susto porque en el coche ha corrido más de la cuenta.



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