Pediatría y sentido común

Dedico la entrada de hoy a todos los padres que están tan preocupados por hacer las cosas bien que a veces se olvidan de que lo más importante es el sentido común. Hay casos en los que menos es más, y complicarnos la vida en exceso solo hace la paternidad innecesariamente dura. Os dejo cinco ejemplos que encuentro bastante a menudo en urgencias; cinco casos en los que las familias soléis tener los conceptos un tanto confusos. Si os quedan dudas después de leer, siempre podéis dejar un comentario y estaré encantada de hacer las aclaraciones que sean necesarias.

Dieta blanda en las gastroenteritis.

La dieta blanda es aquella que no resulta irritante para el estómago, ni más ni menos. Esto, que a simple vista parece sencillo, genera muchísimas dudas cuando lo explico a los padres. Si un niño está vomitando, con diarrea y/o dolor de tripa, parece bastante lógico que le demos alimentos que pueda digerir con facilidad. No queremos que el intestino y el estómago tengan que trabajar en exceso, porque eso dificultaría su recuperación.

Los niños pequeños ya deberían hacer una dieta blanda de por sí, porque todo lo que comen es fácil de digerir: el arroz, los cereales, las verduras hervidas, el pescado y pollo a la plancha... Así que para los lactantes y menores de 5-6 años la dieta recomendada en caso de gastroenteritis es su dieta normal. ¿Qué pasa si la dieta normal del niño incluye chocolate, gusanitos y refrescos con gas? Pues que esos alimentos, como es lógico, tendremos que restringirlos. Pero ojo, no solo porque el niño esté enfermo, sino porque ningún niño debería comer esas cosas.

Dentro de lo saludable, ofrecedle lo que le apetezca. Fuente: Pixabay.

La leche no es mala y no está indicado retirarla salvo en casos excepcionales. De hecho, numerosos trabajos demuestran que la duración de la diarrea se acorta si el niño come normal cuanto antes. Me encuentro bastante a menudo con familias que me preguntan si el niño con gastroenteritis puede comer hamburguesa con ketchup, papas o lacasitos "porque está malo y es lo único que le apetece". Rotundamente NO. Es mejor que no coma nada a que coma algo que le va a empeorar su enfermedad. Si se deshidrata hay que llevarlo a urgencias y se valorará, en caso necesario, poner fluidos intravenosos.


Lactancia materna... si se puede.

Veo demasiadas madres agobiadas hasta el llanto porque el niño no se coge al pecho, porque tienen grietas y cada toma es una tortura, porque los bebés no cogen peso con la materna exclusiva... Está claro que la lactancia materna es lo mejor para la alimentación del peque. Eso ningún pediatra bien informado debería discutirlo. Y los pediatras debemos por tanto poner todo de nuestra parte para favorecer la materna exclusiva: ayudar con las tomas, con la posición del bebé y dedicando todo el tiempo del mundo a corregir pequeños detalles para hacer que la experiencia sea positiva para las familias.

Pero hay ocasiones en las que esto no se consigue. Y no pasa nada. El niño no se va a morir por tomar leche artificial y vosotros no sois peores padres por darle biberones. Cada uno tiene sus circunstancias y los pediatras estamos para ayudar y promover la salud del niño y su entorno familiar, no para juzgar a nadie. Si estáis tan agobiados con la teta que acabáis ansiosos perdidos y cogiéndole aversión al rato de alimentar al niño nadie sale ganando. Disfrutad de vuestro hijo y reservad fuerzas para las batallas que de verdad haya que luchar. 

Como pediatra, por supuesto, recomiendo la lactancia materna como primera opción. Fuente: Pixabay.

El adelgazamiento del niño con sobrepeso.

Seamos sinceros: adelgazar es difícil porque supone un cambio de hábitos. Si ya nos cuesta a los adultos, imaginad a un niño. No podéis pretender que vuestro hijo (de la edad que sea) vaya a la despensa y escoja comerse una manzana si tiene al alcance galletas, zumo y magdalenas. Para que no haya efecto rebote, además, no sirve poner al chaval a régimen durante un tiempo... hay que cambiar los hábitos de alimentación y ejercicio para siempre. Resetear todos los conceptos. Y esto es imposible si no se implica toda la familia.

Cuando estamos intentando que un niño pierda peso, no se deben tener en casa los alimentos que no puede comer. "Es que a la madre le gusta el chocolate", "es que al padre le gusta el queso", ... se siente. Vuestro hijo os necesita y tiene que hacer un esfuerzo muy duro, intentad ponérselo lo más fácil posible. No lo mandéis solo a pasear como si fuera un castigo: encontrad una actividad deportiva que le motive y si es posible hacedla juntos. Ningún niño adelgaza si no se implica toda la familia, y pretender lo contrario es de ilusos.
¡Promoved su salud presente y futura! Fuente: Pixabay.

Poner medicación si el niño está con fiebre, con broncoespasmo, con alergia... sin esperar a que lo vea el médico.

No son pocos los niños que vienen a urgencias ardiendo de fiebre, o medio ahogados de asma, sin haber tomado ninguna medicación en casa. "Te lo traigo sin nada para que veas como está". Os juro que los pediatras os creemos cuando nos contáis los síntomas del niño, y además podéis hacerle una foto o un vídeo con el móvil para quedaros más tranquilos. Recuerdo un chaval que era alérgico a frutos secos, comió almendras y vino casi asfixiado con los labios azules... y los padres al lado con la adrenalina en la mano y sin pinchársela para que viéramos bien los síntomas que tenía. Haced el favor, pobres críos.

Cuando están enfermos duermen más y comen menos.

Igual que todos nosotros. A veces me da la sensación de que, cuando vuestros hijos están malos, os olvidáis de cómo os sentís vosotros cuando estáis con fiebre o vomitando. Los traéis a las tantas de la noche en pijama y con cara de sueño, preocupadísimos porque "está comiendo menos y está más cansado". Es normal. Si tiene 39ºC no sería muy lógico que quisiera correr y jugar, el cuerpo tiene que reposar para recuperarse. Ya comerá y estará contento cuando se mejore, mientras tanto paciencia, reposo y a ofrecerle líquidos.




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